lundi 26 mars 2012

EL NIÑO PINTOR, registro-reseña



por Lirio Garduño-Buono
Marco Antonio Montes de Oca. Il. Philippe Béha. CICLI, México, 1984-2001.
(Sesión de la Sala de Lectura Perro Azul, que se desarrolla en la escuela primaria de la comunidad rural de San Isidro, Guanajuato, un viernes de diciembre 2011).
Hasta ahora nunca he conocido a ningún niño a quien no le guste dibujar, y menos aún, a quien no le guste pintar, con todo lo que esto comporta de embadurnamiento y sensual manejo del color.
Leo este libro a los niños de 3o y 4o año de la escuela primaria donde hago cada ocho días mi sala de lectura. La lectura se desarrolla en completo silencio de parte del público, lo cual quiere decir que el libro les está gustando mucho. En general, cuando un libro es fastidioso, demasiado largo o de plano les parece malo, empiezo a ver y a oír ojos que se van, cabezas que se mueven, bocas que susurran... No es el caso para nada hoy. El texto de El Niño Pintor tiene mucho de fantástico sin dejar de lado la verosimilitud. Crea un mundo donde todo lo que pasa tiene una lógica propia. Por algo este cuento fue escrito por un gran poeta. Tanto en el lenguaje como en la historia, hay una dimensión poética indiscutible. Se trata de un niño que dibuja y pinta aureolas y se las cambia a las personas por “el espacio vacío entre el hombro y la cabeza”. Las personas se van felices con sus aureolas. La aureola es una bendición. Sirve en el libro para calentarse la cabeza y alumbrar el camino. El niño mete los espacios que ganó en trueque “en la bolsa de la noche”. Ya en su casa, le pide a su madre que cosa estos espacios en una gigantesca colcha de parches que se lleva a un terreno despoblado en las afueras de la ciudad. Allí extiende su colcha y de ésta surge un jardín extraordinario donde animales y plantas van a vivir de inmediato. El niño no sólo extiende su jardín sino que enseña a todos los niños de su escuela a pintar aureolas y a conseguir espacios para confeccionar estas colchas mágicas.
Las ilustraciones son alegres, vivas y llenas de movimiento; les encantan. La paleta es fresca y los personajes tienen cierto aire pícaro. El formato cuadrado que ocupa toda la página embona perfectamente con el texto en la página opuesta. Esta es una cualidad del trabajo editorial, así como el tamaño de los caracteres que facilita mucho la lectura y entra en completa correspondencia con las dimensiones de la página y con los dibujos.
Durante la lectura, me interrumpo por momentos y les pregunto de qué se trata la historia. Responden siempre acertadamente. Algo que puedo apreciar, es que el acto de pintar las aureolas les fascina y algunos de ellos me dicen que quisieran pintar algunas. Los invito a hacerlo. Quien sabe, quizá nuestra comunidad pudiera convertirse algún día en un hermoso jardín...  

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