por Lirio Garduño-Buono
Marco
Antonio Montes de Oca. Il. Philippe Béha. CICLI, México,
1984-2001.
(Sesión
de la Sala de Lectura Perro Azul, que se desarrolla en la
escuela primaria de la comunidad rural de San Isidro, Guanajuato, un
viernes de diciembre 2011).
Hasta
ahora nunca he conocido a ningún niño a quien no le guste dibujar,
y menos aún, a quien no le guste pintar, con todo lo que esto
comporta de embadurnamiento y sensual manejo del color.
Leo
este libro a los niños de 3o y 4o año de la escuela primaria donde
hago cada ocho días mi sala de lectura. La lectura se desarrolla en
completo silencio de parte del público, lo cual quiere decir que el
libro les está gustando mucho. En general, cuando un libro es
fastidioso, demasiado largo o de plano les parece malo, empiezo a ver
y a oír ojos que se van, cabezas que se mueven, bocas que
susurran... No es el caso para nada hoy. El texto de El Niño
Pintor tiene mucho de fantástico sin dejar de lado la
verosimilitud. Crea un mundo donde todo lo que pasa tiene una lógica
propia. Por algo este cuento fue escrito por un gran poeta. Tanto
en el lenguaje como en la historia, hay una dimensión poética
indiscutible. Se trata de un niño que dibuja y pinta aureolas y se
las cambia a las personas por “el espacio vacío entre el hombro y
la cabeza”. Las personas se van felices con sus aureolas. La
aureola es una bendición. Sirve en el libro para calentarse la
cabeza y alumbrar el camino. El niño mete los espacios que ganó en
trueque “en la bolsa de la noche”. Ya en su casa, le pide a su
madre que cosa estos espacios en una gigantesca colcha de parches que
se lleva a un terreno despoblado en las afueras de la ciudad. Allí
extiende su colcha y de ésta surge un jardín extraordinario donde
animales y plantas van a vivir de inmediato. El niño no sólo
extiende su jardín sino que enseña a todos los niños de su escuela
a pintar aureolas y a conseguir espacios para confeccionar estas
colchas mágicas.
Las
ilustraciones son alegres, vivas y llenas de movimiento; les
encantan. La paleta es fresca y los personajes tienen cierto aire
pícaro. El formato cuadrado que ocupa toda la página embona
perfectamente con el texto en la página opuesta. Esta es una
cualidad del trabajo editorial, así como el tamaño de los
caracteres que facilita mucho la lectura y entra en completa
correspondencia con las dimensiones de la página y con los dibujos.
Durante
la lectura, me interrumpo por momentos y les pregunto de qué se
trata la historia. Responden siempre acertadamente. Algo que puedo
apreciar, es que el acto de pintar las aureolas les fascina y algunos
de ellos me dicen que quisieran pintar algunas. Los invito a
hacerlo. Quien sabe, quizá nuestra comunidad pudiera convertirse
algún día en un hermoso jardín...
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