mercredi 21 avril 2010

Sobre el Gusto y la libertad de elegir nuestras Lecturas



SOBRE LA FORMACIÓN DEL GUSTO o la libertad de elegir
por Lirio Garduño-Buono (Fragmento de un ensayo escrito para la revista virtual Quehacer Editorial)
Cuando somos niños, bien poco podemos elegir. Los padres, los maestros, la sociedad eligen nuestra ropa, nuestra escuela, nuestros uniformes, nuestros horarios, nuestras comidas... Sin hablar de las elecciones culturales, de género o de clase social. La posibilidad de elección es esencial en la formación del pensamiento crítico, en la responsabilidad por lo elegido, en la capacidad de actuar según nuestras decisiones. Elegir, decidir, actuar. Dice Gustavo Martín Garzo: “Amar algo es apropiarse de su vitalidad, como hace el cazador con las piezas que cobra, pero también hacerse responsable de ello...” (El País, 7 de junio 2009).
Observo cómo los jóvenes lectores eligen sus libros: exploran, observan, hojean, dan un paso adelante, retroceden, discuten con los demás, se dejan aconsejar por mí o por sus hermanos y finalmente deciden tomar el libro que les da su real gana. Veamos cómo funciona esta cuestión del gusto:
Durante mi paso por los salones, muchos niños me regresan libros y también me piden sus favoritos. Les digo que nos vemos a las 10:30 en el recreo. En ese momento pongo los libros sobre una de las largas bancas de cemento. Cuando suena el timbre, muchos niños vienen corriendo y me recuerdan que reservaron tal o cual libro. Los veo decidiéndose por uno u otro, dejando finalmente el que ya habían tomado, llevándose el álbum desconocido o el archi-leído para disfrutarlo... una vez más.
Algo me impresiona en esto, aparte del hecho de que vengan a buscar sus libros y se peleen por algunos: es el hecho de que los gustos estén presentes en los niños más pequeñitos, quienes ya muestran rasgos de personalidad y preferencias definidos. Muchos de ellos vienen a pedirme los libros que encargaron desde la lectura en el salón o desde la semana pasada. Otros me piden libros con tal y tal tema: los animales, los fenómenos naturales, las muñecas... Otros me preguntan “¿te acuerdas de tal libro, ese que nos leías antes?”, o “¿todavía tienes tal otro que nos gustaba tanto?”
Y como dije más arriba, la invitación al libro funciona como formadora del gusto. Ya dije que no hay una sesión en la cual no se me pida prestado el libro que acabo de leer en el salón. A veces desde el momento mismo en que termino la lectura, ya hay un niño diciéndome con vivacidad “¡me lo apartas!” Esto tiene que ver con las ganas que ya evocamos antes de apropiarse de algo que el otro tiene, que el otro goza. Nos dice Michèle Petit, reaccionando a las experiencias de Martín Garzo : “...el gusto por la lectura nace frecuentemente del deseo de robar el objeto que embelesaba al otro para reunirse con él, conocer su secreto, adueñarse del poder, del encanto que se le atribuía cuando él (el primer lector) o ella... estaba allí, inaccesible, lejano...” Apoderarse de lo que se nos antojó por probarlo desde lejos, tenerlo entre las manos en un momento familiar o privado, tratar de penetrar en su misterio.
Volviendo a la cuestión de los gustos, en una población de niños nacidos y crecidos en la misma comunidad ya podemos observar gran variedad de intereses, de personalidades, de inclinaciones: hay quienes aman los cuentos, las leyendas, la narrativa. Otros más se vieron invitados a la poesía y la exploran. Algunos gustan de los libros informativos, científicos. Aún en la misma familia, los hermanos no se llevan los mismos libros y aunque ya hablamos del fenómeno de la emulación en familia, cada quien escoge finalmente los libros que más le atraen.
Valeria, de 6º, se propone cada vez para ayudarme a apuntar los préstamos. Mientras ella apunta, yo atiendo a los niños que requieren consejo, a los que encargaron algún libro; separo a los que se están peleando por un volumen codiciado, apunto los nuevos encargos... Detecto a los lectores más asiduos, a los que llevan más libros; puedo decir que hay algunos que conozco bien y no necesito ninguna estadística para saber quiénes son y cómo funcionan. Maricruz y Dulce se llevan libros cada semana, como lo hacían cuando eran más pequeñas, cuando la Sala de Lectura funcionaba por la tarde. Ambas son conocedoras del acervo, con una gran capacidad de selección y gustos afirmados. Helena también escoge cada semana con mucho cuidado y después de larga reflexión sus libros; es la seriedad personificada. Ella se llevó la semana pasada “Hago de Voz un cuerpo”, antología de poemas sobre el cuerpo, del FCE. Va en 3er año y su hermano César va en 2º. Helena lo lleva de la mano y lo aconseja sobre los libros que serían más interesantes para él, quien dócilmente los toma.
La pequeña Axa, viene de la ciudad de México. Es muy inteligente; tiene seis años pero parece de cuatro, como ella misma dice. Cada vez se lleva libros de gran calidad. En el acervo de la Sala, trato de que la calidad esté presente siempre, es decir, elimino los libros que no me parecen a la altura. Pero también hay que reconocer que hay libros mejores que otros. Y curiosamente, ella escoge siempre lo mejor, como la semana pasada, en que se llevó “Palabras para conocer el mundo” de Alberto Vital y “La Venganza de la Trenza” de Graciela Montes. Hay niños que tienen el olfato para escoger.

EL RECREO, EL JUEGO, LA COMIDA...Y LOS LIBROS
Y a propósito del gusto y del olfato, hablemos de los sentidos. Como el préstamo se realiza a la hora del recreo, ya forma parte de un ritual muy divertido, en el cual se juega, se platica, se come y se selecciona la lectura para la semana. La comida durante el préstamo es algo inevitable:
Entre las tortas, las sopas Maruchan y las bolsas de frituras con salsa, los niños escogen sus libros. De los casi cien niños de la escuela, treinta a cuarenta se llevan libros en préstamo, tres máximo por niño. Al final, sólo quedan tres o cuatro libritos sobre la banca de cemento, con los cuales me marcho, ligera. Siempre hay alguna niña que se ofrece a apuntar los préstamos en mi lugar, cuando se acaba su torta.
Es inevitable pensar en la asociación de la lectura con las experiencias sensoriales. La magdalena de Proust; asociar la elección de un libro a un momento grato, como el recreo, en el cual se entrelazan los sentidos: voces, olores, la visión de las madres que llegan con el almuerzo, los niños corriendo, jugando, la campana que suena, los colores de los muros y la sombra de los árboles flacos sobre el patio...
La lectura ha pasado a ser parte de la vida cotidiana de los niños de esta comunidad. Sin embargo me es difícil medir su impacto dentro de los hogares aunque, creo tener alguna pequeña idea:

REFLEXIONES SOBRE LLEVAR UN LIBRO A CASA
¿Dónde y cómo leemos?
Pregunté en la sesión siguiente a los niños que cómo y dónde leían. He aquí lo que dijeron algunos de ellos (o más bien algunas de ellas):
Rosita: « en mi cuarto, sola »
Helena: « A veces sola, a veces con mi mamá, a veces mi hermanito de tres años entra y me pide que le lea »
Estefanía: « Sola o con mamá. Le leo a mi hermana pequeña »
Nora: « en la cama. Mi mamá me dice que me salga, que qué hago allí »

La lectura en familia representa pasar tiempo juntos, disfrutar el momento, hablar y reflexionar sobre algo específico. Esto último no se hace de la misma manera cuando se está solo. Nos dice Michèle Petit: “En Francia, las encuestas insisten en la importancia de la presencia de los libros en la casa, en particular en la habitación del niño. Pero esta presencia sólo parece tener una influencia positiva si el libro vive con la familia y en particular si se vuelve objeto de conversaciones... En entornos desfavorables, se suman a veces la falta de recursos materiales, lo precario de la vivienda, la escasez de recursos culturales, que vuelven muy difícil la apropiación de los libros” Aunque no todo está perdido, porque afirma también que “...casi siempre será posible alguna reorganización, y es aquí donde el papel de los mediadores resulta esencial.” (op. cit., p. 11)
La única vía para enterarme de lo que pasa en la familia, son los niños mismos, por lo que me dicen directamente y también por lo que me dice su comportamiento lector:
Estefanía (10 años), siempre pregunta hasta cuántos libros puede llevarse, aunque sabe bien que el límite es de 3. Lleva de la mano a su hermana menor, Mayra y, como Helena con su hermano César, la aconseja sobre los mejores libros para llevar. Esta cuestión de la emulación entre hermanos me parece digna de mención. Porque no sólo es el escoger los libros sino también cómo esos libros se leerán una vez en casa.
Axa, que es muy extrovertida, me ha contado cómo se leen los libros en su casa. He pensado hacer una investigación sobre esto, pero como no quiero que sea algo metodológico y frío, lo integro en la conversación, como con esta nena. Me dice que ella y su hermana viven con su mamá y sus abuelos, y que su mamá les lee los libros que se llevan. El del Quijote en cómic les gustó mucho: cada vez que algo malo le pasaba al Quijote, su mamá exclamaba: “¡Pobrecito don Quijote, pobrecito Don Quijote!” A pesar de que la adopción guanajuatense de la figura del Quijote me parece artificial, he de decir que es lindo que esta obra entre en las casas y viva entre la gente.

(CONTINUARÁ...)

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