lundi 21 juin 2010

UN ARTÍCULO DE GENEVIEVE PATTE SOBRE SELECCION DE ÁLBUMES



En los últimos años, en América Latina ha ido creciendo la preocupación por la creación de servicios bibliotecarios que atiendan de preferencia los requerimientos de la población mayoritaria del continente: los niños y los jóvenes.
Por ello, los bibliotecarios, los maestros y los interesados en la promoción de la lectura se han visto en la necesidad de seleccionar libros para dotar las bibliotecas escolares, las bibliotecas públicas y los centros culturales que se han ido creando.
Se han preguntado, entonces, cómo proceder para seleccionar atinadamente, cuáles son los criterios que pueden asegurar una selección adecuada de los libros que interesen a los niños y jóvenes y cómo hacer para lograr una dotación equilibrada.
Muchos han pensado que lo más efectivo es definir procedimientos con claridad, establecer criterios y ceñirse a ellos para lograr una selección objetiva y confiable. Otros piensan que es más importante establecer los criterios de la selección, no de los libros sino de las personas que estarán a cargo de esta tarea. Veámos qué nos dice la especialista francesa Geneviève Patte:

APUNTES PARA LA SELECCIÓN DE LIBROS INFANTILES
(extracto de un artículo para la revista Parapara, sobre la base de una presentación en l'Université d'Été, Francia, abril 1983. Traducción: Gladys Parentelli. Transcripción: Laura Aguirre Lass)

A menudo se nos invita a exponer nuestros criterios de selección: Cómo elegir los libros para nuestros niños. Personalmente, cada vez me siento un poco incómoda para responder. Temo siempre dejar al público insatisfecho o bien permanecer dentro de grandes generalidades, de grandes cosas vagas; temo que el público, al salir de la reunión, sienta que no ha adelantado mucho. ¿Cómo expresarse con matices en el curso de una simple velada? Yo prefiero proponerle al auditorio que busque conmigo, a partir de los libros ilustrados, las imágenes y las historias presentadas, ciertos elementos, ciertas pistas que pueden ayudarnos a distinguir lo que es interesante, lo que es novedoso, de aquello que no lo es. Esto permite a un auditorio, que con facilidad se cree más ignorante de lo que es, descubrir que él también puede elegir con discernimiento si no reprime su sensibilidad en nombre de principios rígidos y teóricos.
¿Cómo escojo mis ejemplos? Impugno de buena gana una cierta cantidad de ideas preconcebidas acerca del gusto de los niños y elijo libros que -según mi experiencia y la de otros adultos- tienen gran éxito entre ellos, a pesar de que no corresponden a los gustos que se les atribuyen habitualmente. De este modo, defiendo la ilustración en blanco y negro. Me opongo al “color a toda costa” que lleva a veces a rechazar obras maestras. Muestro por lo tanto, algunos libros en blanco y negro que son muy apreciados porque en verdad, paradójicamente, algunos libros en blanco y negro pueden estar llenos de matices y de vida. Así, muestro un libro de Arnold Lobel, Hildilid's Night, en el cual el negro, la noche, tiene una presencia intensa y es absolutamente indisociable de la historia.
Muestro y narro también un libro en blanco y negro, Bebé, de Fran Manushkin, que hemos presentado a los niños de la Biblioteca (de Clamart) en su edición original, es decir, en inglés. Frente al éxito inmediato de este libro único, intentamos convencer a varios editores franceses para que lo publicaran. No fue una tarea fácil. Al fin, un editor particularmente audaz trató la experiencia, pero se sintió obligado a agregar color en la cubierta, pensando que así el libro se vendería mejor. Claro que esto no agregó nada, incluso resulta muy artificial. De cualquier modo, lo que importa es la manera de relatar la historia, la eficacia de uno u otro recurso al servicio del relato. Recuerdo particularmente a una niñita a quien yo le narraba Bebé, esa historia tan fuertemente afectiva, y que acariciaba amorosamente ciertas dobles páginas, diciéndome: es un libro feliz.
Estos ejemplos diferentes demuestran que no es posible hacer una adecuada selección de un libro simplemente hojeándolo, mirando rápidamente las imágenes, diciendo: es lindo o no es lindo, ya que se arriesga a una grave equivocación. Lo que importa es la fuerza del relato presentado, tanto por las palabras como por las ilustraciones. Aquí también impugno algunas ideas preconcebidas acerca de la infancia, el sueño, la poesía. Algunos libros ilustrados recientes seducen a los adultos nostálgicos porque sus ilustraciones estetizantes presentan un cierto tono esfumado inmaterial.
Esto me lleva a hablar del realismo a través de ciertos ejemplos. Trato de mostrar que hay diversas formas de realismo; afectivo, psicológico... También en este caso escojo, probablemente para no provocar, imágenes que, a priori parecen abstractas, lejanas, como Petit Bleu et petit Jaune (Azulito y Amarillito), de Leo Lionni, y que sin embargo corresponden a una realidad afectiva: el temor del niño a no ser reconocido por aquellos a quienes necesita y a quienes ama.
Ofrezco también imágenes que fácilmente aparecerían como anticuadas, ajenas a la experiencia de los niños de hoy en día y que sin embargo -por lo concretas y por la ingenuidad precisa de la ilustración- corresponden perfectamente a experiencias infantiles que son universales. Así, muestro imágenes tomadas de la obra de Helen Bradley, Quand nos grand-mères étaient petites (Cuando nuestras abuelas eran chicas). Helen Bradley sabe traducir genialmente esos elementos de la vida de los niños: jugar al papá y a la mamá, hacer comiditas, etc. Aún cuando esto transcurre en Gran Bretaña en el siglo pasado y en un ambiente desahogado, los niños reencuentran sus preocupaciones. El mundo que Helen Bradley propone en sus libros ilustrados existe verdaderamente por sí mismo, y el lector que mira esas imágenes se siente como invitado a entrar en el relato...
Enseguida enseño algunas imágenes de otra ilustradora, que también utiliza el estilo ingenuo. Ella propone un universo que corresponde probablemente a las revistas de decoración de hoy en día, pero el conjunto no tiene vida. Es incluso muy frío, muy estático y los personajes parecen estar actuando. Nos preguntamos cómo los niños podrían sentirse tentados por este universo helado. Me apoyo mucho entonces en las comparaciones. Aquí se trata de dos tipos de ilustraciones ingenuas, una lograda y la otra no, y mi auditorio sabe siempre ver la diferencia. Al comparar, nos dirigimos a la inteligencia y a la sensibilidad de quien lee y descubre, con entusiasmo, que es perfectamente capaz de distinguir lo verdadero de lo artificial.
Este trabajo de comparación que hago con las imágenes, con ilustraciones, lo hago también con textos y disfruto haciéndolo. Por ejemplo, con las diferentes traducciones al francés de Winnie The Poo, de A. A. Milne. Este texto, prodigiosamente infantil, fue traducido por un verdadero poeta en la década de los cuarenta. Su traducción al francés es una maravilla: el lenguaje es extremadamente libre y revela un conocimiento excepcional del niño, de su lenguaje, de su manera de pensar y de sentir, de su lógica. Leo, pues, ciertos pasajes y enseguida ofrezco una traducción reciente, que en mi opinión es un total fracaso. Parece dirigirse al niño escolar que debe aprender a escribir bien, es decir, a evitar -en forma totalmente artificial y torpe- las repeticiones, por dar un ejemplo. Es una especie de “lenguaje bonito” que no tiene interés alguno y que puede hacer creer tanto a los niños como a los padres que está bien escrito, cuando en realidad es lo contrario. Esta forma de narrar, de escribir, crea una distancia entre el niño y su lectura. Comparando diversas traducciones de un mismo texto, comparando las traducciones con su original, ya no es necesario hacer un discurso largo; el auditorio comprende inmediatamente lo que es escribir de manera interesante y sensible para que el niño pueda entrar en el relato. El auditorio es capaz también de descubrir la otra actitud, la del adulto profesor que quiere simplemente mostrar o enseñar a los niños un estilo que no es más que un artificio.
Generalmente, es siempre más eficaz, más interesante hablar de lo que nos toca directamente. Es la mejor manera de entrar en comunicación con el otro y de despertar en él el deseo de acceder a una u otra lectura. El otro puede ser tanto un niño como un adulto. Es esencial provocar en el adulto una actitud auténtica frente a tal o cual libro, pues el placer, tanto como el aburrimiento, se transmite. La debilidad de los adultos pedagogos es, a menudo, exigir a los niños una actitud ante la lectura que ellos mismos no son capaces de asumir. Es necesario que el adulto descubra por si mismo, en la medida de lo posible, el interés de uno u otro tipo de lectura. Sabrá transmitir el gusto por la lectura si él mismo lo tiene, si lo encuentra y si además conoce la gran variedad de libros para niños que existe. La actitud adecuada en un educador es la de reflexionar acerca de su propia práctica, acerca de su manera de vivir sus lecturas y su cultura personal.
A menudo hemos notado que muchos profesores tienen dificultades para dar vida a los libros porque ellos no los leen por placer o bien no reconocen el placer que pueden sentir al leer obras que no son consideradas socialmente como clásicas. Entonces leen un libro y se aferran a él para explotarlo a fondo y transformarlo en un manual escolar. Es entonces indispensable al presentar los libros, hablar de lo que nos gusta y a la vez mostrar la diversidad de actitudes de lectura que puede tener una misma persona.
Es esencial tomar conciencia de la variedad de libros. En todas estas tareas me parece necesario buscar siempre alguna forma de sensibilidad, de verdad, de sinceridad. En lugar de grandes discursos sobre los beneficios de los libros y de la lectura, es necesario más bien tratar de hacer leer, aprender a escuchar, a mirar. Es lo más directo y lo más simple y al mismo tiempo lo más difícil pues estamos llenos de ideas preconcebidas acerca de las lecturas que convienen a los niños, acerca del camino cultural que ellos deben seguir y a cerca de la educación.
Se puede ver también la entrevista que G. Patte concedió a la revista Hablemos, de El Salvador, en la cual habla de su itinerario y de su trabajo: 
http://www.elsalvador.com/hablemos/2004/171004/171004-4.htm

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