vendredi 4 décembre 2009

SOBRE UN LIBRO Y UNA SESIÓN DE LECTURA




LGB
FRIDA
Jonah Winter/il. Ana Juan
Scholastic, A. A. Levine Books, 2002

Es evidente que el texto es acertado, simple y bien pensado. Quizá la sencillez es sólo aparente. Hay mucho pudor y una distancia sana al contar la infancia y adolescencia de este personaje archi-conocido. Dosifica bien sus efectos y sobre todo el pathos, sobre todo en el momento de narrar el fatídico accidente. . .

Las ilustraciones son extraordinarias. Su mayor mérito es el de llevar el sello personal de Ana Juan, y no el de Frida Kahlo. Ana Juan empezó siendo pintora en los ochenta; fue depurando cada vez más su estilo y su técnica, y especializándose en la ilustración (hace portadas, entre otros, para el famoso New Yorker) y su huella es reconocible entre miles. Me gusta en este álbum la paleta y la visión de México: mágica, misteriosa, alegre, agridulce.

En la lectura que hice en el salón de 3º y 4º años de la escuela primaria de mi comunidad, las reacciones fueron variadas e interesantes. Un momento por demás interactivo porque no se trató de una lectura tranquila. No hubo silencio absoluto por parte de los oyentes, y sin embargo, hubo una atención sostenida durante todo el proceso. Pongo a continuación los comentarios y preguntas que aderezaron mi lectura:

“¿Era china?”, en la primera página, cuando Frida bebé aparece envuelta en una serpiente emplumada.
“Era fea…” “Por qué tenía las cejas así?”
Aparece la amiga imaginaria en cierto momento. Al dar vuelta a la página Estefanía pregunta: “¿Dónde está su amiga imaginaria?”
“¿Es ella la que está tomando la foto?”, cuando aparece el papá de Frida tomando una foto de la familia.
“¿Cuántas hermanas tenía?”, cuando aparece la mamá con las hijas. Empiezan a contar las hermanas.
“¿Dónde está su amiga imaginaria?”, Estefanía.
“¿Dónde vivía?”, pregunta un niño. Todos le dicen que en Coyoacán. “sí, allá por Oaxaca”, dice Nora. Para luego preguntar: ¿Vivía en una casa hermosa?”
“Sí, era azul”, le digo
“Dónde está su amiga imaginaria?”, Estefanía.
“Y después del accidente, ¿le dolía?”. Les digo que sí; si a mí todavía me duele el brazo y el mío fue un pequeño accidente, imaginen cómo se sentiría ella.
Cuando Frida dibuja y dibuja les pregunto qué imaginan cuando dibujan.
“Nada, dice Karen, no imagino más que lo que estoy dibujando…”
“¿Dónde está su amiga imaginaria?”, Estefanía. Termino diciéndole que la pintura se convirtió en su amiga imaginaria. Por lo visto, el tema de la amiga imaginaria la obsesiona. Estefanía es una de las niñas que se lleva más libros a casa ...
“¿Me apartas el libro?”, dice Fernando. Casi todos los libros que leo en los salones salen a préstamo.
Al leer, guardo la distancia. No sé por qué en algún momento de este libro siempre me dan ganas de llorar, pero hoy no pierdo la compostura y leo dignamente.

Finalmente, siento que darles más información. Les cuento que fui al museo que alguna vez fue su casa. “La casa azul”, dice Nora. Sí, la casa azul. “¿Y cómo es? ¿Qué hay adentro?” Les digo que no sólo algunos de sus cuadros sino cosas que le pertenecieron, como su ropa, sus joyas, sus muebles…

Un álbum rico: un personaje fuerte; una historia intensa narrada e ilustrada finamente. Tiene la dosis exacta de cada cosa para interesar y provocar reacciones como las que acabo de escribir. Un álbum rico.

He visto muchos otros libros sobre Kahlo. Aparte de cierto extrañísimo álbum publicado por Nostra, que merece mención aparte porque no trata realmente de ella sino de lo que su fantasma provoca, los demás tienen el enorme defecto de la sobrecarga: páginas llenas de colores, de reproducciones puestas unas junto a otras, un cortocircuito para los ojos y el cerebro; demasiada información, además de cierto regocijo morboso. Junto a estos, el álbum de Winter es, como dije antes, un milagro de mesura y de pudor.

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